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Silent Hill: Double Psycho - 10

  • M.C.
  • 1 sept 2016
  • 6 Min. de lectura

Tras aquel recuerdo, Amy sintió una agobiante sensación de ahogo en la boca del estómago. Sentía que tenía que hacer algo, que debía encontrar a su hermano cuanto antes.

- ¿Podrías encargarte de guiar a la grúa hasta el pueblo cuando llegue? -le preguntó al joven motorista, que asintió algo sobrecogido por su repentina reacción -. Voy a buscarle.

De forma brusca, Amy se levantó y salió al frío y oscuro exterior al mismo tiempo que el camarero emergía de la cocina con la cena. Vió, anonadado, como la chica salía tan rápido como una exhalación y cruzó una mirada con el motorista.

La noche transcurría tranquila ajena a todo lo que pasaba. La suave brisa veraniega removió el pelo de la joven y trajo consigo breves pinceladas nubosas que iban poco a poco adquiriendo consistencia. Amy se abrió paso por el aparcamiento del área de servicio a paso vivo, guiada por la luz parpadeante de alguna que otra farola perdida al borde de la carretera por la que, de vez en cuando, la quietud se rompía con algún que otro coche que pasaba de largo a toda velocidad.

La sensación de agobio era cada vez más y más insistente, hasta llegar al punto de provocarle nauseas. Para colmo de males, se llevó un buen susto cuando una mano se posó en su hombro por detrás y la obligó a detenerse. Se giró.

- ¡¿Qué...?! -se calló al instante cuando vio que se trataba del motorista -. ¿Yo no te he dicho que te quedases para guiar a la grúa?

- ¡Qué mandona eres para la edad que tienes! -el motorista le quitó la mano de encima -. Le he dejado el recado al encargado antes de irme y aceptó encantado.

- ¡Pero no puedes ir pidiendo ese tipo de favores al primero que se te cruce por delante!

- ¡Qué curioso! ¿No es lo primero que has hecho tú conmigo? -una irónica sonrisa afloró en los labios del joven.

Amy abrió la boca para rebatirle, pero la cerró al darse cuenta de que tenía razón. Frunció el ceño, reprimiéndose a sí misma mentalmente.

- Sólo tiene que indicarle el camino a la grúa. Lo hará, no te preocupes por eso -la tranquilizó. -¿Por qué has salido así? Ya debes saber que en el sitio en el que estamos y las horas que son...

- He tenido una acorazonada... -Amy sintió que enrojecía y por más que lo pensó, sólo fue capaz de admitir eso.

¿Cómo iba a contarle lo que había recordado a aquel hombre que no conocía de nada y que seguramente no tenía nada que ver, pero que le había metido un miedo desconocido en el cuerpo?

- ¿Una acorazonada? ¿No irías a volver al pueblo ese tu sola para buscar a tu hermano, verdad? -ante la falta de respuesta de la chica, que tenía la vista fija en el suelo, el motorista dedujo la verdad y emitió un suspiro -. Ya te he dicho que es peligroso. ¿No es mejor que esperes a la grúa, y cuando lleguen ya vas a buscarlo? -Amy negó tercamente con la cabeza y le miró a los ojos con una expresión de desafío que le desarmó. Nada de lo que dijera iba a convencerla -. ¡Esta bien! Pero no voy a dejar que vayas sola. Te acompañaré.

- ¡Pero Alex me matará si ve que he estado hablando con desconocidos!

- Se trataba de una urgencia -el motorista se encogió de hombros -¿Vas a aceptar mi ayuda, o vas a peinar el terreno tú sólita? Mira que el pueblo tiene sus dimensiones...

- ¡Vale! ¡Vale! -la chica cedió un poco -. Pero al menos, dime tu nombre. Así no serás simplemente "un motorista que se ofreció a ayudarme" -los dos comenzaron a andar en dirección al vehículo del joven, aparcado por allí cerca.

- ¿No me había presentado antes? ¡Qué despiste! Soy Lucas -se presentó cuando ponía la moto en marcha e invitaba a subir a la chica.

- Yo, Amy. Encantada -se subió tras él, viendo como se ponía el casco y se aferró a su cintura justo antes de que salieran disparados recorriendo el mismo camino que salía de Silent Hill en sentido contrario.

Al llegar, todo seguía como antes. El coche no se había movido de ahí, y la atmósfera seguía siendo igual de pesada y solitaria. Amy echó una rápida mirada al cielo: el temporal estaba poniéndose cada vez más feo, ya que las nubecillas iban creciendo conforme pasaban los minutos. ¡Ya había que tener mala suerte para que, encima de todo, les pillase una tormenta de verano!

Lucas aparcó la moto junto al coche y Amy, sin esperarle a que la sujetase a algún árbol de la ribera del camino, salió corriendo hacia el pueblo. La sensación de peligro iba aumentando también, y temía más que nunca por la vida de su hermano. Si ella hubiera seguido esperándole junto al coche, en ese momento aún no se habría encontrado con él. Y eso no hacía más que asustarla más. Los pasos acelerados de Lucas, aún con casco y con la visera levantada, la dieron alcance cuando ya caminaba por la vía principal de Silent Hill. La niebla se los comió a ambos.

- ¡Alex! ¿Dónde estás? -ya llevaban un buen rato sin desviarse de la carretera principal, llamando a su hermano a gritos y sin que éste diera señales de vida, cuando decidieron hacer una pausa.

- Perdóname, Amy, pero tu hermano me parece cada vez más irresponsable. ¿Con una hermana pequeña decide ponerse a explorar un lugar desconocido dejándola atrás? -Lucas se frotó la garganta, que empezaba a picarle de tanto grito.

Amy no dijo nada, sólo le dirigió una ceñuda mirada que le hizo callar al momento. Debajo de toda aquella fachada, las lágrimas de angustia se agolpaban y pugnaban por salir. No lo estaba, pero empezaba a sentirse completamente sola y perdida en aquel terrorífico pueblo fantasma. ¿Qué podía hacer? Ya había recorrido buena parte del pueblo y seguían sin encontrar nada. ¡Y la ayuda que había pedido por teléfono debía de estar al llegar!

Movida por la urgencia, Amy torció hacia un camino secundario. Su repentino movimiento pilló por sorpresa a Lucas, que tardó en reaccionar. Cuando lo hizo, no tuvo más que dar un par de zancadas antes de encontrarse de nuevo con Amy.

Se había quedado inmóvil, con la vista fija en una de las casas desvencijadas por el abandono y el paso del tiempo. Tenía los ojos abiertos de par en par y las manos le temblaban.

- No puede ser... -balbuceaba -. No puede ser... ¡Si estaba ardiendo!

- ¿Amy? ¿Pasa algo? -Lucas la tomó del hombro y miró en su misma dirección.

Él también quedó petrificado por la impresión. El recuerdo seguía vivo en su memoria, aunque hasta hacía poco tiempo lo había sacado a la luz. Hacía décadas que no visitaba aquel lugar. Desde que ocurrió todo, no había querido ni acercarse. Y ahora, lo tenía delante. El letrero de la puerta lo decía todo: el hostal de sus abuelos...

Inmóvil por la impresión, ni se dio cuenta de que Amy se había alejado de él un par de pasos, acercándose al edificio. La chica estiró una mano para tocar la pared de ladrillo viejo y enormes manchas de humedad, pero se detuvo en mitad del aire cuando alguien salió del hostal.

Una niña de unos 11 o 12 años acababa de salir del hostal. Su falda y su jersey estaban manchados por alguna sustancia oscura que ninguno de los dos reconoció, y la brisa removió su melena dejando que algunos mechones de pelo le sobrevinieran a la cara.

A Amy le sonaba aquella cara infantil, redonda y de gesto serio, pero no lograba recordar de qué. La niña la estudió sin decir nada y después, dirigió su vista a Lucas. Amy era incapaz de apartar la mirada de la niña, rebuscando en su memoria, sin saber lo que ocurría a sus espaldas.

En uno de esos recuerdos, como un fogonazo, le pareció ver a esa misma chica. Hizo un esfuerzo, intentó discernirlo mejor... Un televisor. La cara de esa chica estaba en un televisor. En el telediario. Estaban hablando de una intervención policial.

Su hermano...

Tuvo la misma sensación de cuando tienes la solución a algo en la punta de la lengua. Sin estar muy pendiente de ella, observó como la niña movía los labios para mandarle un invisible mensaje a Lucas, que seguía tras ella. Era como si estuvieran manteniendo una conversación de la que ella no podía enterarse de nada. Una conversación sólo para ellos, vetada a extraños y desconocidos como ella. La chica habló sin que ella se enterase de nada durante un buen rato hasta que calló, y con ella todo quedó en silencio. Ni el aire, ni el crujido de la madera de alguna puerta cercana o algún letrero. Nada.

Amy se sobrecogió. Aquello parecía ser una señal, un anticipo de lo que iba a ocurrir a continuación. Todo enmudeció aún más y desapareció bajo el negro manto de la inconsciencia después de que Amy recibiera un fuerte golpe en la cabeza desde atrás. Antes de caer al suelo y desvanecerse por completo, tuvo tiempo de ver a Lucas por el rabillo del ojo enarbolando una tubería y cuyo casco de motorista, visto desde el suelo, parecía una oscura pirámide manchada por un par de gotas de su propia sangre...

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