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Silent Hill: Double Psycho - 13


La moto se deslizaba bajo el tormentoso temporal durante horas. Se cruzaron con un par de coches que parecían huir de la tormenta, que en un santiamén tomó el cielo. El silencio entre Lucas y Amy era total, tenso, hasta que, cansada de ver el mismo paisaje de campo y con las dudas carcomiéndola, la chica decidió elevar la voz por encima del ruido del vehículo:

- ¿Lo sabías desde el principio, verdad? Que terminaría por irme contigo –aclaró.

Lucas, con la visera de su casco bajada, no respondió. Amy interpretó su silencio como un sí.

- Seguro que piensas que estoy loca. Yo también lo pienso –aunque no podía verla, Amy sonrió con tristeza –Despertarte una mañana en un hospital, sin acordarte de cómo llegaste allí; que te digan que tu hermano esta en coma en otra habitación, y así estará durante el resto de sus días. Y tener que rehacer tu vida en un lugar del que nada recuerdas, sin saber nada, para luego irme con el primer desconocido con moto que me sigue…

- ¿Estás segura de que soy un desconocido? –preguntó Lucas.

- Es una forma de hablar. Me llevas persiguiendo desde que puedo recordar –y sentía algo dentro de ella que le decía que se habían visto antes, pero prefirió callarse ese detalle -. Así que se puede decir que te conozco de toda la vida. Lo que no entiendo es cómo supiste qué era el momento. ¿Cómo sabias que iba a salir hace unas horas de mi casa con la intención de dirigirme…?

- ¿…A Silent Hill? –terminó él. Ella se aferró más fuerte a su cintura al tomar una curva más cerrada -. No lo supe. Te esperaba noche tras noche. A que despertaras.

- ¿Despertar de qué?

- ¿A que ya no oyes la voz? –Amy tragó saliva -. Ella también está ansiosa por llegar. Será el fin de todo esto.

- ¿El fin de qué, Lucas? Quizás esa voz no sea más que un producto de mí desequilibrada mente.

- Te equivocas, Amy. No es fruto de tu mente. Es tu auténtica personalidad –Lucas giró la cabeza, confiado en la solitaria carretera. Su casco brilló bajo la luz mortecina que consiguió colarse por un resquicio nuboso, y su cabeza adquirió el aspecto de una pirámide.

La imagen le provocó un duro impacto a la muchacha. Un trueno asomó a lo lejos, y otro dentro de su mente, rajando la cortina oscura que cubría sus recuerdos.

Ya había visto antes ese casco. La perseguía, con una espada gigantesca en la mano y ropas manchadas de sangre. Incansable. Abominable. Sintió, como si estuviera produciéndose en la realidad, el tacto frío de su mano en un tobillo, agarrándola, arrastrándola. Llevándosela con él. No pudo reprimir un grito…

Volvió a la realidad de golpe y porrazo, y nunca mejor dicho. Lucas se había despistado durante demasiado tiempo, y no se había percatado del enorme camión que se acercaba a toda velocidad en sentido contrario. Quiso reaccionar, pero no lo consiguió a tiempo. La moto y los dos ocupantes salieron despedidos en varias direcciones. Amy no recibió el golpe directo, pero perdió el conocimiento cuando cayó entre unos arbustos, en un lado de la carretera.

Unos ladridos y unos gritos la despertaron. Le llegaban amortiguados, pero le llegaban. Sentía todo el cuerpo entumecido, y el dolor no tardó en presentarse a oleadas por todos y cada uno de sus huesos. Sintió un leve cosquilleo húmedo en su mejilla. Con algo de esfuerzo, consiguió abrir un ojo, y vio una bola de pelo negra de orejas puntiagudas pasándole el hocico por la cara, intentando despertarla. Intentó mover una mano, mas no consiguió mover ni una sola de sus extremidades. Entonces, le entró el pánico.

- Socorro… -trató de articular con mucho esfuerzo, saboreando su sangre -¡Socorro…!

La bola de pelo negra le ladró en la oreja. Los gritos se acercaban. Decían algo así como: "¡Está por allí! ¡La vi por allí tirada!". Con el único ojo que podía abrir, buscó a los dueños de aquellas voces, pero la luz del sol le hacía daño. Antes de volver a cerrar los ojos, vio unas figuras a contraluz acercándose.

- ¡Es ella! ¡Está aquí! –avisó uno de los paramédicos a sus compañeros.

- ¡Se lo he dicho! Paré el coche un momento porque me llamaron por teléfono, y la encontré.

- No se preocupe, vuelva al coche. Nos encargaremos nosotros de llevarla al hospital –otro de los enfermeros, ataviado con un chaleco reflectante, le tomó el pulso. El perrillo, que seguía a su lado, le gruñó e intentó morderle en la mano -. ¡Eh! ¿Este perro es suyo, señor? –le preguntó al hombre que había encontrado el cuerpo de la chica.

- ¿Qué? ¡No! Estaba con ella cuando la encontré. Seguramente será suyo.

- Pues nos lo tendremos que llevar también en la ambulancia. ¿Está la camilla lista? ¡Esta chica necesita atención médica cuanto antes!

- ¡Lucas, ven! –el shiba, negro y blanco, corrió hacia su dueña. Pese a su corto tamaño, el animalito saltó extasiado de alegría y obligó a la chica a sentarse otra vez en la silla de ruedas -¡Pero no seas tan bestia!

Era una tarde perfecta: el cielo estaba limpio y el sol daba su calor con cariño. A Amy, después de permanecer durante mes y medio encerrada en las cuatro paredes de su habitación en el hospital mientras se recuperaba de un accidente del que no recordaba absolutamente nada, se le antojo el día más brillante de su vida, y tardó algunas horas en acostumbrarse a la luz. Sus extremidades volvían a funcionar, su cuerpo sanaría las cicatrices y el médico le había dicho que pronto podría deshacerse de aquella silla de ruedas. Todo eran buenas noticias.

Aunque su mente guardaría para si misma los recuerdos de lo que ocurrió.

Nadie encontró jamás alguna evidencia en el tramo de carretera donde la encontraron de lo que le pasó, por lo que aquel episodio de su vida quedaría en el olvido. Tampoco nadie la había reclamado, ni a ella ni a su perro, por lo que tendría que empezar desde cero. No le importaba. Se sentía capaz. Afortunada. ¡Incluso la habían hecho entrevistas y había salido por la televisión por su milagrosa recuperación!

Además, no estaba sola. Miró al cachorro que jugueteaba en sus faldas, Lucas. No sabía cómo había llegado a ella, pero los médicos habían sido muy amables al permitirle quedarse a su lado. En cuanto a su nombre… Amy no sabía porque le había puesto ese concretamente, pero le resultaba familiar.

Bueno, también fue por cierto "accidente" con unas letras de juguete que trajo una enfermera… El animalito juntó con el hocico las letras que componían su nombre en el orden correcto. Curioso, ¿verdad?

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