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Silent Hill: Double Psycho - 3


Comprobó que realmente estaba muerto dándole con el pie en el hombro. Se apartó rápidamente al sentir el viscoso contacto con una mueca de asco, pisando la mancha de sangre que poco a poco de extendía por el asfalto.

La criatura de los brazos atados que antes la atacó había aguantado el primer disparo. Claro, que cuando apretó el gatillo por primera vez, había apuntado al hombro del monstruo aún con la idea en la cabeza de que era humano.

No era la primera vez que disparaba a alguien, pero si la primera en la que veía a un ser viviente continuar avanzando como si nada después de recibir un disparo. Así que había tenido que disparar una vez más, y la segunda bala le atravesó el corazón limpiamente. La criatura cayó al suelo y tras emitir un profundo estertor, dejó de moverse.

Comprobó que el coche seguía sin arrancar. Se guardó su arma en el cinturón, cómo tenía por costumbre, y dejó la bolsa y el chaleco reflectante en el maletero. Aquel monstruo había salido del pueblo, y su hermana seguía en el hostal. Se arrepintió de haber tomado aquella decisión. No tenía que haberla dejado sola en un sitio como aquel.

Regresó al pueblo tan rápido como le permitían sus pies. La sensación de que algo allí olía mal era cada vez más intensa. Vigilando cada esquina, cada rincón oscuro, durante el eterno camino que tuvo que recorrer para llegar de nuevo a aquel viejo edificio con la placa de hostal, sus pensamientos estaban con su hermana pequeña. Aunque no era creyente, rezó para que ella estuviera a salvo.

Con el corazón en un puño traspasó la puerta y el alma cayó a sus pies.

- ¡¿Amy?! –llamó buscándola detrás del mostrador – ¡Amy! ¿Dónde estás?

Echó un vistazo, asustado, alrededor de la habitación. Amy había desaparecido. Maldiciendo su suerte para sus adentros, la llamó un par de veces más sin obtener –ni esperar –respuesta.

Tenía que encontrarla. ¿Cómo había podido dejarla sola? Se martilleó la cabeza una vez más con aquel pensamiento. ¿Por dónde empezar a buscarla? Conociéndola, sabía que no le habría desobedecido. Lo más probable, era que se hubiera ocultado en el interior del edificio. Aunque también tenía en cuenta el miedo que había en su mirada la última vez que estuvieron juntos, cuando miraba aquel pasillo oscuro. Pero su instinto le decía que empezar a buscar por allí, era lo más seguro. Así que se puso manos a la obra, internándose en el corredor.

Aún tenía presente a la criatura a la que se había enfrentado, por lo que empuñó su arma y avanzó con la espalda pegada a la pared lateral. Tuvo que sacar del bolsillo y encender un mechero que, aunque él no era fumador, siempre le acompañaba. La temblorosa llama del encendedor era la única luz que tenía.

A paso lento y silencioso, atento a cualquier movimiento y sonido, avanzó cuidadosamente por el corredor. A ambos lados se repartían algunas puertas, y una de ellas, estaba abierta. Asomó su arma antes para asegurarse de que no había ningún peligro. Se trataba de un dormitorio con una cama a un lado, desecha, y junto a la puerta una mesita cubierta de polvo. Había algo en este último mueble que le llamó la atención. La película de partículas que la cubría era casi uniforme. Había una pequeña zona limpia, como si sobre ella hubiera estado algún objeto que se había retirado hacía poco tiempo. También estaba la marca de una pequeña mano, que alivió un poco la angustia de Alex. Tenía que ser la mano de Amy. No podía andar muy lejos.

Salió de la habitación y continuó su travesía por el largo pasillo. Ya podía ver el final, cuando escuchó unos ruidos extraños de la última habitación. Estaba cerrada, pero se escuchaban pasos al otro lado de la puerta de madera. Con sigilo, se acercó, pero el suelo de madera bajo sus pies rechinó, quejándose de su peso. Los ruidos de la habitación cesaron de repente.

Alex se fijó en una serie de arañazos y abolladuras que tenía la superficie de madera. Parecía como si alguien hubiera intentando tirarla abajo con todas sus fuerzas. Esperó a un lado de la puerta, con la oreja pegada al muro, a que se escuchara cualquier otro ruido antes de entrar. Éste no tardó en producirse, un suave roce que pronto se apagó. Alex vio entonces la oportunidad para interceder. Apagó el mechero, deslizó la mano hasta el picaporte y abrió la puerta despacio, asomando antes su pistola. Al no escuchar nada, abrió la puerta abruptamente de par en par y entró, volviendo a usar el mechero para poder ver.

La habitación estaba totalmente vacía. Sólo una pequeña brisa la habitaba, pero enseguida salía por una ventana abierta que había al fondo de la habitación. Se acercó cuidadosamente hasta ella, asomándose con precaución. Desde allí, podía ver otra calle tan ancha como aquella por la que pasaron él y su hermana al llegar. Hasta los edificios eran idénticos. Estaba tan desierta como la primera, y la niebla lo cubría todo con su espeso manto.

Alex dio media vuelta para retomar su inspección. Fue entonces cuando la vio. Una mesilla de noche era lo único que quedaba de mobiliario en aquella habitación, y el cajón estaba tirado en el suelo. Guardando su arma, echó un vistazo al contenido: periódicos locales de hacía algunos años. Uno de ellos estaba tirado en el suelo, y alguien había intentando escribir algo con un bolígrafo sin tinta que contenía el cajón. Alex lo leyó a la luz del encendedor con esfuerzo:

"Tengo miedo… pero estoy bien."

Tras vivir con ella durante casi 18 años, conocía de sobra la letra de su hermana. Aquel intento de mensaje lo había escrito ella. Seguramente los ruidos que antes había escuchado… ¡los había producido ella!

Alex buscó algún otro mensaje que Amy le hubiera podido dejar en el resto de periódicos, mas no encontró ninguno. Por el contrario, lo que si halló fueron más recortes, y todos, curiosamente, estaban relacionados con lo mismo: un asesino prófugo de la justicia. Uno de los recortes de prensa numeraba los delitos de ese hombre: violaciones, asesinatos, torturas… Otro, la noticia de su huida de la cárcel local. Y otro, el más corto, relataba el atracó que había cometido, poco tiempo después de su fuga, a una fonda. La policía la había rodeado, el tipo había tomado de rehenes a una familia que se hospedaban allí en aquel momento y a los dueños del hostal. Como reto a la policía, los torturaba a cada hora que pasaba si no obedecían sus órdenes. El periódico con la resolución del caso no estaba por ninguna parte.

Alex se preguntó si su hermana había leído aquellas notas de prensa. Si, como él, se había parado a pensar que ese asesino, o algo más peligroso, aún rondaba por aquel pueblo. Aquellos periódicos le hicieron preguntarse en qué pueblo maldito habían ido a parar… y si era una coincidencia que el coche les hubiera abandonado precisamente allí por culpa de la casualidad.

Una de las cosas de las que si estaba seguro, era de que hasta el viento jugaba con ellos cuando le apetecía, como prácticamente aquel pueblo en sí. Una brisa tan fuerte como repentina se levantó y se filtró por la ventana, agitando la llama del encendedor hasta apagarla. Alex quedó a ciegas por unos momentos hasta que volvió a encenderlo tras un par de intentos. El viento, había traído consigo una sensación extraña de incomodidad que se adueñó pronto de él.

Cuando la llama volvió a jugar entre sus dedos, se fijó en su sombra. Ahora, había dos. Tragando saliva y muy lentamente, tomó su arma, sin apartar la vista de la sombra del nuevo invitado. De forma brusca, jugándoselo todo, se giró apuntándole, y una película de sudor frío le cubrió totalmente, impidiéndole disparar. Tenía ante sí a una anciana bajita y rechoncha, cuyos pies colgaban al estar levitando a un palmo del suelo, y que le miraba con las cuencas oculares totalmente vacías.

- Dios mío… -fue lo único que pudo farfullar.

La anciana, como respuesta, deformó su rostro profiriendo un fuerte grito que casi le reventó los tímpanos. En el acto reflejo de llevarse las manos a los oídos para tapárselos, el mechero cayó al suelo. La llama lamió el papel tintado de los periódicos que pronto comenzaron a arder emitiendo una gran humareda ennegrecida que pronto llenó la habitación. El fuego se propagó a gran velocidad aunque apenas existieran muebles que le alimentasen. La anciana fantasmal desapareció en la cortina de humo.

Entre toses por el fuerte hedor a quemado y el humo, Alex se tapó la boca y la nariz, agachándose. El fuego le impedía el paso hasta la puerta. La única salida era la ventana, por la que el aire comenzó a soplar queriendo convertir aquella habitación en una trampa mortal. Tan rápido como pudo, Alex saltó por la ventana y rodó por el suelo para alejarse del edificio que pronto se cubrió de llamas.

Sentado en el suelo, solo pudo contemplar como el embravecido elemento se tragaba el hostal. Ni bomberos, ni sirenas, nadie acudió a salvarlo. Se lamentó por haber perdido los recortes con aquella curiosa información en semejante jugarreta del destino.

Cerró los ojos y respiró profundamente. Aquellas pequeñas vacaciones estaban resultando ser una pesadilla. Se propuso encontrar a su hermana cuanto antes para poder disfrutarlas como se debe, jurándoselo al fuego que terminaba de saborear el gran inmueble y mientras las cenizas llovían a su alrededor. Esas mismas cenizas fueron las que le alertaron de que no era el único que estaba observando aquel incendio. Amy estaba muy cerca, observándolo también, y esperándole.

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