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Silent Hill: Double Psycho - 5


Alex trató de orientarse antes de comenzar la marcha. Había caído en una avenida paralela, algo más pequeña que la principal. Avanzó un poco dejando atrás el hostal en llamas y con la mente en ebullición contenida. Había algo allí que olía a chamusquina, aunque antepuso la prioridad de encontrar a su hermana antes que saber que estaba pasando en aquel pueblo fantasmal.

Agudizó sus sentidos durante el paseo. Aquello era lo más raro de todo: ni siquiera había ruidos. Sólo los que sus pasos y su respiración producían. Se atrevió a romper el pesado silencio gritando el nombre de su hermana. Nadie respondió. Lo intentó otra vez, obteniendo el mismo resultado. Sabía que no podía haber ido muy lejos. Continuó adentrándose en el pueblo, llamándola una y otra vez, con la creciente angustia que le producía la carencia de respuestas. Y cuando ya se iba a dar por vencido, lo oyó:

- ¡¿Por qué todo lo que toco tiene que terminar así?! -era sin duda la voz de su hermana pequeña.

Presa del temporal alivio que sintió al escucharla, sus pasos se convirtieron en carrera, colándose en un callejón formado entre medias de dos grandes edificios y que daba a la calle principal. Los sonidos volvieron, una extraña estática y un chirrido a los que ni prestó atención. Llegó a tiempo a la bocacalle. La vio de perfil, quieta. Quiso echar a correr hacia ella, pero aquella marca indeleble de terror que había en su rostro le detuvo y le hizo mirar al mismo punto a donde ella estaba mirando, sin salir del callejón.

La visión le dejó petrificado. Un hombre muy alto, con un extraño casco en la cabeza con pinta de ser bastante pesado, metálico, y un delantal con manchas oscurecidas la observaba a pocos metros. El individuo dio un paso hacía ella, acompañado del mismo chirrido que Alex escuchó en el callejón. El desagradable ruido lo producía un cuchillo de gigantescas proporciones que llevaba en una mano, arrastrando la hoja manchada por el suelo.

«Amy, corre… ¡Aléjate de él!»le advirtió sin poder articular palabra.

El del casco, viendo que su víctima estaba paralizada, dio un par de pasos más, dispuesto a atraparla. Amy pudo reaccionar entonces y echó a correr, adentrándose en el pueblo. El individuo comenzó su persecución arrastrando la espada.

Cuando los dos desaparecieron de su vista, Alex recuperó la sensibilidad en las articulaciones y poco tardó en salir tras ellos. Sólo unos metros le separaban del ser del casco, que eclipsaba totalmente a Amy. Pese a la distancia, Alex apuntó a la criatura y disparó. Tal y cómo esperaba, la bala falló, rebotando contra la espada y perdiéndose en la niebla. Probó suerte una vez más, consiguiendo acertarle con una segunda bala en el casco de metal.

La criatura se detuvo por fin. Alex también se paró, manteniendo la distancia y sin dejar de apuntarle. El casco giró hacia él, y unos ojos que él no veía por ninguna parte le miraron por encima del hombro. Aquella invisible mirada le heló la sangre en las venas. El ser dio media vuelta y se quedó ahí, amenazante y esperando algo.

Algo que llegó en forma de pasos. De pequeños pasitos que cruzaron la calle de un lado a otro en una carrera y que, del sobresalto, hizo que Alex volviera la vista atrás a tiempo de ver una sombra guarecerse en un oscuro callejón estrecho. De forma repentina, la criatura se dirigió pesadamente hacia allí, pasando junto a él sin prestarle la más mínima atención, hasta desaparecer tras aquel recodo.

Alex obvió cualquier atisbo de duda e indecisión, y sigilosamente, se escurrió hasta la entrada de aquella callejuela. Apoyó la espada en la pared, y contó hasta tres antes de exponerse al peligro apuntando al vacío insondable. El callejón estaba totalmente desierto.

Bajó el arma lentamente, confundido. ¿Cómo habían podido desaparecer? Tanteó las paredes del callejón, buscando una entrada disimulada, un pasadizo, cualquier cosa lógica… Solo tocó ladrillo.

El recuerdo de su hermana le hizo volver a la realidad, saliendo de nuevo a la avenida. Intentó recordar en que dirección había huido Amy, deteniéndose ante el gran edificio de mármol blanco, oscurecido por la suciedad que cubría parcialmente la fachada, y leyó el gran letrero que lo coronaba: "Hospital".

- Salir de la sartén para caer en las brasas… -masculló mientras se internaba en el interior del edificio.

De nuevo la oscuridad le dio la bienvenida. Rebuscó en los bolsillos algo que pudiera darle luz. Al no hallar nada, volvió a la puerta de entrada, abriéndola de par en par, esperando que así la poca luz que había fuera penetrara en el interior e iluminara tenuemente la estancia.

A la escasa luz que tenía, examinó casi a tientas el habitáculo tan parecido al del hostal en llamas. Un mostrador, blanco, resguardaba tras el la cruz roja característica de los centros sanitarios. Algunos bancos se esparcían al fondo de la habitación, totalmente apegados a la blanca pared, y un ligero olor a medicina aún impregnaba el aire. Todo ello inmerso en un silencio sepulcral que su voz grave atravesó al pronunciar el nombre de su hermana.

Sin esperar respuesta, se dispuso a entrar por el pasillo. Al llegar a la entrada, un haz de luz le sorprendió, apartándose con un rápido movimiento, y asomando solo la cabeza, escudriñando en la penumbra.

La luz se movía y temblaba, acompañada de una respiración alterada. Temiendo que fuera el tipo del casco, apuntó a la luz sin salir de su escondite.

- ¿Hermano…? -llamó una tenue voz.

- ¡Amy! -el haz de luz se dirigió hacia él, casi cegándole.

- ¡Alex!

Con los ojos entrecerrados. Alex salió a la entrada del pasillo esperando con los brazos abiertos a su hermana, que se acercaba a todo correr. Por un momento se olvidó del individuo del casco, de la niña y el monstruo que encontró cerca del coche, de aquel pueblo endemoniado… ¡Ahora podrían regresar sanos y salvos y continuar con sus vacaciones!

Eso era lo que quería pensar. No quería ver más a su alrededor, pero por el rabillo del ojo percibió, a un lado del pasillo, una larga sombra que se movió fugazmente. Rompió la reconciliadora atmósfera con un grito:

- ¡Amy, retrocede! -la chica se detuvo bruscamente a un par de escasos centímetros de él, en seco.

Los dos escucharon el zumbido de la estática ensordecedora en sus oídos. Los dos vieron el brillo metálico que surgió de un hueco a un lado de la pared y se cernía entre ambos como una guillotina, chirriando y golpeando con fuerza el suelo. Una espada gigantesca. Los dos hermanos tuvieron que separarse de nuevo, retrocediendo cada uno por su lado, contemplando a la criatura del casco piramidal saliendo al pasillo.

Se quedó allí parado, recogiendo su espada, eligiendo a su víctima. Amy esperaba lo más quieta posible a la reacción de aquel ser, alumbrándole con la luz que llevaba; y Alex apuntaba de nuevo al casco, sabiendo que no podría disparar a esa corta distancia si no quería salir malparado.

- Amy -Alex habló despacio para no alterar aún más la situación -. Aléjate. Despacio, sin movimientos bruscos, ¿vale?

Amy asintió con la cabeza y obedeció sus instrucciones como buenamente pudo. Se alejó un paso, dos. Tres. Cinco…

Y tan rápido como había llegado, la criatura se puso en movimiento. Giró la cabeza hacía Alex, levantando el brazo libre en su dirección y señalándole, antes de volver su atención hacia Amy y volver a comenzar su persecución con el chirrido de su espada detrás. Desobedeciendo sus ordenes, la joven echó a correr, llevándose el haz de luz con ella y perdiéndose por el pasillo. Con una maldición, Alex disparó dos veces al casco de la criatura. Las balas rebotaron incrustándose en las paredes que les rodeaban, mas no frenó el avance del ser.

Al igual que en el exterior, Alex siguió al individuo por el pasillo buscando desesperadamente la forma de apartarle la atención de su hermana. Vio la luz girar a poca distancia y desaparecer, seguramente al doblar una esquina. La criatura hizo lo mismo, y cuando él también se disponía a ello, sintió un fuerte tirón en el brazo que con extraordinaria fuerza le apartó del pasillo. Después, vino un fuerte impacto en la cabeza y la oscuridad anteponiéndose a la oscuridad…

Abrió los ojos a la neblina. Una luz sobre él le cegaba y todo se veía borroso. Parpadeó un par de veces y se frotó los ojos hasta que pudo ver con claridad la herrumbrosa lámpara que pendía sobre su cabeza y que se movía de un lado a otro al compás del suave graznido de las cadenas que la sustentaban. Deslizó las manos por las frías losas, tomando apoyo para levantarse. Una punzada de dolor le nubló la vista, llevándose la mano hacia la brecha que se imaginaba que tendría. Su mano se topó con una venda. Extrañado, preguntándose por su procedencia, miró a su alrededor. Estaba en mitad de una consulta médica, de paredes blancas, limpias, con una mesa frente a él sobre la que descansaba un ordenador apagado y varios documentos. El resto del mobiliario era una camilla y dos pequeños armarios de puertas de cristal a través de las cuales podían verse los medicamentos que guardaban en su interior.

Los recuerdos de cómo había llegado a aquella sala y cómo había llegado la venda a su sitio eran profundas lagunas en su memoria. Se esforzó por recordar…

- No deberías hacer eso -le increpó una voz infantil sobresaltándole -. Es egoísta.

Buscó la procedencia de aquella voz. Había creído estar solo allí, pero la presencia de aquella niña estaba ahora allí, a su lado, observándole con aquellos ojos marrones y fríos, estudiándole.

La visión de aquella chiquilla le hizo recordar aquel incidente. Alguien como ella pegándole una patada a algo en la carretera…

- ¡Eres tú! Nos encontramos en la carretera que lleva al pueblo. ¿Sabes que lo que hiciste estuvo mal?

- ¿Qué sabrás tú lo que está mal o bien? -fue su enigmática respuesta -. Tu justicia no es única.

Alex abrió la boca sin saber muy bien que responder a aquello.

- Nadie viene aquí por casualidad. Y tú menos -la chica continuó con su desconcertante discurso -. ¿Ya no lo recuerdas? ¿O no quieres recordarlo?

- ¿Qué…? ¿Qué demonios te pasa? ¿Qué demonios pasa aquí? ¿Cómo te llamas?

La chica uniformada caminó por la habitación dándole la espalda hasta la puerta, abriéndola. Alex no pudo ver lo que había más allá. La chica se giró hacía él:

- Nosotros también juzgamos. Y ejecutamos.

Y sin decir una palabra más, se marchó. Su ausencia, la llenó la angustia y el recuerdo de su hermana… y retazos de un mal sueño de una noche lluviosa de otoño.

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