Silent Hill: Double Psycho - 6
- M.C.
- 1 sept 2016
- 6 Min. de lectura

Amy movió sus piernas con todo el brío que pudo, iluminando su camino con esquivos trazos de su linterna, con el constante martilleo de las pisadas de su perseguidor, cada vez más y más cerca… Cada vez más y más lejos de la salida…
Sin aguantarse las ganas de llorar, dobló la esquina. Sus zapatillas provocaron un desagradable chirrido al resbalar por el suelo. Ni siquiera miraba por dónde pasaba, simplemente corría hacía delante. El pasillo se le hacía interminable; dudaba que pudiera llegar al ascensor. Terminó chocándose contra las oxidadas mallas metálicas de la puerta. Presas de un temblor incontrolable, sus manos apretaron múltiples veces el botón de llamada.
- ¡Venga! ¡Por favor! -suplicaba a la máquina, aumentando aún más su llanto.
La verja emitió un chasquido y su cierre cedió. Comenzó a abrirse, muy lentamente, por lo que Amy la abrió por completo, colándose en la ancha plataforma y cerrando tras ella justo a tiempo.
A apenas unos centímetros, escalofriantemente quieto, estaba su perseguidor. La verja le obstruía el paso, pero tenía la firme impresión de que no representaba ser obstáculo alguno para la enorme espada que lo acompañaba.
La chica retrocedió torpemente hasta que su espalda chocó contra el frío metal y se escurrió hasta quedar encogida en el suelo, hundiendo la cabeza entre sus manos. Entre lágrimas y moqueo, acertó a gritarle con la voz llena de altibajos:
- ¡¿Qué quieres de mí?! ¡Déjame! ¡Yo no he hecho nada! ¡Déjame en paz!
La mano del ser hizo un brusco y veloz movimiento, aferrándose a la verja. La mano que sostenía su arma también comenzó a moverse, levantando la pesada hoja. Amy, horrorizada, vio pasar toda su vida por delante de sus ojos. Su vida, y el panel de botones del ascensor.
Sin ser muy consciente de sus propios actos, se arrastró y apretó con la palma de la mano el primer botón que llegó a alcanzar. La puerta no esperó más, deslizándose ante ella y quitándole de la vista al macabro agresor.
Amy se arrebujó en un rincón mientras el ascensor comenzaba su descenso, intentando apaciguar aquel terrible dolor que le aprisionaba el pecho.
Alex vagaba por los pasillos intentando orientarse. Pero no podía dejar de pensar en su hermana. Recordar que aquel monstruo la estaba persiguiendo sin más razón que, seguramente, hacerle daño, le hirvió la sangre y aligerar aún más el paso.
Por fin, encontró las escaleras y el ascensor. Las luces en aquel descansillo estaban totalmente fundidas, por lo que su visibilidad era totalmente nula. Avanzó a tientas hasta el ascensor, manoseando la pared con tacto extrañamente viscoso hasta que sus dedos toparon con un botón que se iluminó al ser pulsado.
Con un rugido metálico, el ascensor comenzó su lento descenso. La inseparable sensación extraña no dejaba de recorrerle la columna, sin poder evitar echar temerosas miradas hacia el oscuro pasillo que había dejado atrás. Un chasquido le avisó de que el ascensor ya había llegado. Sin ejercer demasiada fuerza, abrió la verja a la par que las puertas se abrían. Fue a dar un paso al interior, pero lo que vio le hizo olvidar la sensación y todo lo que le rodeaba.
- ¡Amy!
Se agachó a su lado, en el rincón, estrujándola con fuerza y derramando todas las lágrimas que había tenido que tragarse hasta entonces.
- ¡Gracias al cielo! ¿Estás bien? ¿Te llegó a tocar ese malnacido?…
Su batería de preguntas se fue apagando cuando vió que la chica no se movía en absoluto. Se percató de que sus pequeños brazos estaban totalmente congelados. Tragó saliva mientras le levantaba la cabeza.
- ¿Amy…?
Tenía los ojos cerrados y la expresión tan serena que incluso le pareció macabra. Con temor, le tomó el pulso, y un gran escalofrío le recorrió la espina dorsal al notar la carencia de pulsaciones tanto en su cuello como en su muñeca.
¡Tenía que hacer algo! ¿Pero qué? La impresión, la persecución, aquella maldita criatura había conseguido que le diera un infarto. Debía reanimarla con un masaje cardiaco. Así que cogió su cuerpo casi flácido en brazos y recorrió el pasillo de nuevo hasta la puerta de aquella habitación dónde despertó.
El foco de luz que le cegó en un primer momento continuaba encendido. Dejó a Amy en la camilla, sin saber muy bien por dónde empezar. Su tez, más pálida de lo normal, le impedía pensar con claridad, siendo consciente de que cabía la posibilidad de que fuera imposible despertarla. Rechazó la idea, mirando en derredor buscando algo en aquella consulta que pudiera ayudarle. Y entonces la vio.
Otra vez aquella chica. Le miraba desde la esquina más alejada, con una sonrisa altiva que le asqueó y le hirvió la sangre. Parecía estar disfrutando de la escena. Abandonándose en las manos de la histeria y la desesperación, se acercó a ella a pasos agigantados, asestando un puñetazo a la pared, a pocos centímetros de su angelical rostro. Aquel movimiento no pareció sorprenderla; la sonrisa no varió ni un ápice. Alex, con lágrimas en los ojos, le gritó:
- ¡¿Qué te hace tanta gracia?! ¡¿Es que no te das cuenta de la gravedad de la situación?!
- ¿Acaso tu si te diste cuenta? Ni siquiera quieres acordarte. La usas a ella para no hacerlo.
- ¡Deja ya los acertijos! ¡¿Qué demonios quieres decirme con todo esto?!
La sonrisa por fin desapareció. Aquellos ojos penetrantes despertaron un profundo dolor de cabeza, que comenzó en la herida vendada y se extendió hasta convertirse en profundas punzadas. Ahogó un grito de dolor, cayendo de rodillas al suelo cuando sus piernas flaquearon. No podía ver nada. Todo se emborronaba… menos aquellos ojos que le miraban como aquella vez…
Cómo cada día, había llegado a la oficina bien temprano por la mañana, justo a tiempo. Como cada día saludo a los pocos compañeros que ya habían llegado al cuartel y los que iban llegando. La diferencia radicaba en aquella mañana que recibieron cinco segundos antes de tomarse el primer café de la mañana.
Un individuo había abordado a una madre ante la entrada de un colegio. Le había disparado y se había llevado con él a una niña. Unos compañeros persiguieron a aquel tipo hasta que se encerró en el interior de un pequeño hostal, y tenía como rehenes a los dueños, los únicos que estaban en aquel momento allí. Necesitaban refuerzos.
Un grupo de agentes se dirigieron raudos hacia allí. Alex era uno de ellos. Al llegar al lugar de los hechos, se encontraron con un autentico caos: reporteros y curiosos se apiñaban alrededor del cordón policial que formaban varios vehículos y unos pocos agentes. Aún no había podido establecer contacto con el secuestrador, pero lo harían en breve. Gritos, nervios, miedo… todos estaban reunidos en aquel escenario.
Ya estaba todo planeado. Ya sabían todos lo que tenían que hacer. Así que todos se pusieron en macha. Su grupo se infiltraría por la parte de atrás en cuanto recibieran la señal; sorprenderían al secuestrador y liberarían así a todos los rehenes. Aunque antes de llegar a ese punto, intentarían solucionar las cosas pacíficamente y negociando.
No fue posible. La señal no llegó de la forma que ellos esperaban. Llegó con el sonido de un disparo, procedente del interior del cochambroso edificio. Temiendo lo peor, el grupo irrumpió en el interior. Atravesaron un diminuto pasillo rodeado de puertas cerradas y se toparon con la escena: el tipo, con un casco de moto cubriéndole la cabeza y el rostro, mantenía una enorme navaja en una mano rozando el cuello de una niña que no dejaba de llorar. En la otra mano, el secuestrador tenía una pistola con la que apuntaba al hombre que se hallaba tendido en el suelo con un creciente charco de sangre bajo él. Una anciana se encontraba a su lado, llorando sobre él y temblando de pies a cabeza.
No podían darle tiempo a reaccionar. Aprovechando el factor sorpresa, el grupo se cernió sobre el tipo. Consiguieron que soltara a la chica y se le cayera el cuchillo de las manos. Uno de sus compañeros alejó a la pequeña y a la anciana de la trifulca.
Sirvió de poco. El sujeto hizo un movimiento brusco y apuntó con su arma a la pequeña. Alex fue más rápido a la hora de apretar el gatillo. Un solo disparo ponía punto y final a todo. El disparo, y aquellos profundos ojos castaños y en estado de "shock" que lo contemplaron todo.
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