Silent Hill: Double Psycho - 9
- M.C.
- 1 sept 2016
- 6 Min. de lectura

Aunque en un principio tenía pensado quedarse junto al coche de su hermano hasta que llegase alguien, las luces de unos faros en la lejanía la hicieron moverse y retroceder por la carretera en dirección contraria al pueblo hasta un desvío cercano.
En la oscuridad de la noche, sus ropas no eran demasiado visibles, pero esperaba que si lo fueran las señales que hacía con los brazos al motorista que se acercaba a gran velocidad. Fue aminorando hasta detenerse frente a ella.
Era un hombre joven vestido con ropas de cuero a juego con su moto de color negro metalizado que dejó ver sus dulces rasgos y una corta melena rubia cuando se quitó el casco para hablar con Amy.
- ¿Qué haces aquí sola a estas horas, pequeña?
- Estábamos de paso, y se nos ha estropeado el coche… -comenzó a explicarse la chica.
- ¿Coche? Yo por aquí no veo ningún coche. ¿No me estarás timando y serás una de esas chicas de la curva, no? -levantó las cejas para acompañar a su tono bromista.
- Está un poco más adelante, justo delante de la entrada al pueblo de Silent Hill.
La expresión risueña del chico se borró de un plumazo al oír el nombre del pueblo. Examinó a Amy de arriba abajo, antes de, al menos, esbozar una expresión más calmada.
- ¿Cuántos más venían contigo?
- Mi hermano, que entró en la aldea para buscar un teléfono. ¡Pero aún no ha vuelto, y necesitamos ayuda!
El chico se quedó pensando un momento.
- Por aquí cerca hay una estación de servicio. ¿Te llevo? No debe de estar a más de un par de kilómetros. Puedes llamar desde ahí a una grúa y luego localizas a tu hermano.
Amy aceptó la oferta del joven y montó tras él. Tuvo tiempo de echar una última mirada al camino que conducía a Silent Hill y un último mensaje mental a Alex, antes de que el tipo se volviera a poner el casco y la moto saliera disparada, obligándola a aferrarse con todas sus fuerzas a la cintura del muchacho.
El motorista había dicho la verdad. Unos kilómetros más adelante, sumergida entre algunos árboles, se veía la gasolinera que marcaba su posición con un gran cartel luminoso.
El chico insistió en acompañarla, entrando ambos en el establecimiento. Amy solicitó usar el teléfono al dependiente del solitario restaurante y en seguida llamó al servicio de emergencias. Sin embargo, cuando le dijo a la amable señorita que la atendió el lugar donde se encontraba el coche, la mujer admitió no saber de qué lugar estaba hablando, así que quedaron en mandar la dichosa grúa a la estación de servicio donde se encontraba.
Cuando Amy regresó al restaurante, el joven la esperaba sentado en una mesa y con un par de refrescos servidos para cada uno. Eran los únicos clientes aquella noche, por lo que el hombre del mostrador estaba charlando animadamente con el motorista hasta que llegó ella y explicó la situación:
- Dicen que no han podido localizar el pueblo en el mapa, así que mandaran aquí la grúa y tendré que guiarles hasta allí -tomó asiento frente al joven.
- ¡Menudo panorama! -exclamó el muchacho tomándose su vaso de un trago.
- ¿Qué ha ocurrido? -quiso saber el encargado.
- Iba de vacaciones con mi hermano, y el coche nos ha dejado tirados en mitad de la nada…
- ¿Y te has tenido que encargar tu sola de buscar ayuda? ¡Qué responsable!
- Mi hermano fue a pedir ayuda a un pueblo que había cerca, Silent Hill…
Una vez más, los dos hombres reaccionaron de forma extraña. Sus rostros se agravaron de tal forma que un escalofrío recorrió la espalda de la chica. Tragó saliva antes de atreverse a preguntar:
- ¿Pasa algo con ese sitio? Esta abandonado, ¿no?
- Si… ¡Y de qué manera! Fue una lástima… -comentó el dependiente apesadumbrado y en seguida cambió de tema -. Bueno, como estás en un apuro y son las horas que son, ¿Qué tal si cenas aquí? ¡Invita la casa!
A Amy no le dio tiempo a objetar, ya que el tipo entró a todo correr en la cocina. Al menos, el motorista seguí allí, así que intentó preguntarle a él:
- ¿Qué pasa con ese pueblo? Cada vez que lo nombro parece que nombro al diablo…
- Corren todo tipo de rumores sobre él. Leyendas urbanas, ya sabes…
- Pues muy creíbles han de ser esas leyendas para que esté abandonado de esa forma… -comentó Amy mientras tomaba un sorbo de su refresco.
- ¡Estamos en una zona rural, pequeña! Es normal que a la gente de estos lares les afecten estas cosas y se las tomen tan a pecho.
- ¿Pero, y usted? También ha puesto esa cara cuando…
El motorista jugaba con su vaso vacío, deslizándolo por la mesa de un lado a otro continuamente. Estos movimientos la distraían y la ponían nerviosa, así que los detuvo plantando la palma de la mano sobre el recipiente.
- …cuando he mencionado a Silent Hill -terminó la frase por fin.
El chico mostró una sonrisa enigmática cuyos vivarachos ojos imitaron con un deje de tristeza y melancolía.
- Conocí ese pueblo. De pequeño. Mis abuelos eran de allí. Llevaban juntos una posada, pero… -guardó silencio bajando su atención al vaso y a la mano de la chica.
- ¿Pero…? -insistió Amy.
- Pero tuvieron un accidente. Mi abuelo murió y mi abuela quedó muy afectada.
- Vaya, lo siento… -se arrepintió enseguida de la pregunta que había hecho.
- ¡No te preocupes! Con estas cosas, la única justicia en la que uno piensa es en la divina. ¡Ya le dará dios el castigo que merece ese canalla!
- ¿Ese canalla..? -al darse cuenta de que estaba volviendo a las andadas, Amy se tapó la boca, pero no a tiempo.
El motorista suspiró sin abandonar su amarga sonrisa.
- A mi abuelo le asesinaron. Un tiro limpio en la cabeza. Un tipo secuestró a una niña y se escondió en el hostal de mis abuelos, huyendo de la policía. Intentó salvar a la pequeña, y el indeseable ese disparó. Justo antes de que la policía interviniera…
- ¿Y no pudieron salvarle?
- No. Murió en el acto… Y con la impresión, imagínate lo que duró mi abuela… -Amy se mordió el labio, conmovida -Antes de morir, su buen corazón la guió para encargarse de la pequeña. Fue ella quien la devolvió a su madre.
- ¿Y todo eso ocurrió en Silent Hill?
- No. Aunque mis abuelos eran de ese pueblo, se instalaron en la capital. ¡Hasta la niña era de Silent Hill! ¡Fíjate que casualidad! -hizo un esfuerzo por quitarle hiero al asunto, riéndose ante la coincidencia con una carcajada que Amy intentó seguir con una media sonrisa forzada, sin verle la gracia por ningún sitio.
- Si, que casualidad…
- Incluso llamaron al grupo de operaciones especiales… ¡Menudos inútiles! -resopló.
Aquella última declaración encendió una espita en la mente de Amy. Tenía un recuerdo borroso de algo que había escuchado antes. Un caso parecido que su hermano le había contado. A lo mejor no tenían nada que ver, pero… necesitaba asegurarse.
- ¿Y cuando dice que ocurrió aquello?
- Pues hará diez años, o cosa así. ¿Por qué?
A Amy se le quedó la boca seca de la impresión. Claro que lo recordaba. Fue un casoo muy sonado que causo un gran revuelo en los medios de comunicación… y en su hermano.
Amy tendría unos ocho años cuando mientras jugaba, su hermano irrumpió en la casa como un fantasma sin alma. Pasó por delante de la familia sin saludar, entregó una carta a su padre y se encerró en su habitación. No había aparecido por casa durante dos o tres días, y su actitud preocupó muchísimo a la familia. El padre leyó la misiva de pies a cabeza, compuesta de varias hojas y fotocopias de varios colores, y cruzó una mirada con su mujer que asustó aún más a la pequeña. Ninguno de los dos atendió a sus preguntas. La madre se echó a llorar y el padre se encerró con Alex en su habitación durante toda la noche.
Por más que Amy intentó consolar a su madre, no consiguió nada. Y era una niña curiosa, muy curiosa. Así que, ni corta ni perezosa, fue a pedir explicaciones a su hermano. El panorama que encontró era desolador: las caras de padre e hijo hablaban por si solas, aunque Amy no supiera comprenderlas del todo y cada vez sintiera más miedo.
" - ¿Qué ha pasado?" recuerda que preguntó sentándose al lado de Alex.
" - He matado a…"
Alex no llegó a decirlo. Su padre lo impidió. Con brusquedad, echó a Amy de la habitación, pero eso no bastaría para disipar su curiosidad. Al contrario, quería saber más. Sin preocuparse porque la descubrieran, pegó el oído a la puerta, escuchando la conversación casi en susurros entre padre e hijo:
" - Tenía que haber entrado antes…" repetía Alex una y otra vez en susurros.
" - ¡Olvídalo! Eso es algo que ya no puedes hacer. ¡Ese hombre ya había matado a una persona! ¡Teníais que reducirle de alguna manera!"
" - ¡Pero no matarle!"
" - ¡Él tampoco tenía que haber matado a nadie! Sabes que forma parte del trabajo, hijo. Debes aceptarlo…"
" - ¡Pero era su hija!"
La conversación seguía, pero no continuaba en su memoria. Recordaba que aún con lo que escuchó, no tenía ni idea de lo que había pasado. Los días que siguieron, todas las noticias se hacían eco de lo ocurrido. Del caso del padre que secuestró a su hija, fue a un hostal y mató al dueño antes de que la policía interviniera y en el tiroteo, muriera el secuestrador a causa del disparo de un agente…
Comments